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Europa ha decidido dar un volantazo en un contexto internacional de incertidumbre. Las últimas elecciones en Reino Unido, Rumanía, Portugal y Polonia confirman el avance ... de las fuerzas conservadoras, el fuerte empuje de los movimientos populistas y de ultraderecha, y el notable retroceso de la socialdemocracia tradicional. Francia y más recientemente Alemania ya apuntaron una tendencia que en todo el mundo lleva el sello de Donald Trump desde su regreso a la Casa Blanca. Pero que no empezó en Estados Unidos. Las elecciones al Parlamento Europeo celebradas hace ahora casi un año dejaron su impronta con un hemiciclo escorado, con más de la mitad de sus 720 eurodiputados englobados en partidos de centroderecha y de extremismos caídos de ese lado. La UE se asoma a un cambio de ciclo político, como lo demuestran cada una de sus citas con las urnas.
La última, en Polonia. Los sondeos apuntaban anoche a que el candidato liberal y proeuropeo Rafal Trzaskowski se impuso por la mínima al ultraconservador nacionalista Karol Nawrocki en la segunda vuelta de las presidenciales. Un resultado que avala por los pelos la 'era de Donald Tusk' frente al riesgo cierto de vuelta de la ultraderecha, espoleado por el voto joven. Pero que refleja un país muy polarizado. La pérdida de peso de formaciones ideológicamente moderadas que puedan ejercer de bisagra demuestra la crisis del bipartidismo en Europa. Como en Portugal. Por primera vez ninguna de las dos fuerzas tradicionales en la política portuguesa liderará la oposición tras el triunfo holgado de la coalición conservadora de Luís Montenegro. El partido de ultraderecha Chega, versión de Vox en el país vecino, le dará la réplica convertido en segunda fuerza gracias al sufragio exterior y al histórico hundimiento de los socialistas, obligados a una profunda reflexión.
La socialdemocracia se ha diluido en Alemania, donde la gran coalición que encabeza el conservador Merz debe afrontar el auge de AfD, y en Austria, que tuvo que pactar un 'cordón sanitario' para aplacar la victoria de la extrema derecha. En una Europa en pleno giro –solo España, Dinamarca, Lituania, Chipre y Malta mantienen gobiernos socialistas–, el populista Nigel Farage pesca en el caladero laborista del Reino Unido con promesas de mayor gasto público sin explicar cómo lo financiará. Al menos en Rumania, la apuesta europeísta del candidato vencedor logró frenar la amenaza ultra de tomar el volante.
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