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Di Estefani, Lorena y Leyda son tres mujeres que han llegado a España dejando atrás situaciones complicadas en Colombia y Venezuela. Un nuevo país y ... unas nuevas metas para tres caras que representan una fuerza laboral emergente, el de las mujeres imigrantes, pero también un aporte importante para las arcas del Estado. Su presencia cubre, además, un vacío que el envejecimiento de la población está provocando en España.
«Contar con la autorización para trabajar es un alivio», explica la colombiana Di Estefani Delgado con alegría. Llegó a España hace tres años y, sin papeles, encadenó diversos trabajos pagados en negro hasta que un curso dio un vuelco a su vida. «En noviembre de 2023 la Asociación Color mandó un mensaje para explicarnos a las personas que llevábamos unos dos años en España que iban a dar cursos para que, con el estudio, pudiésemos obtener beneficios», recuerda.
A ella le quedaban unos meses para cumplir ese plazo, pero pudo inscribirse y en marzo de 2024 comenzó una formación como limpiadora que le permitió dar un vuelco a su día a día. Su hijo también se formó y su vida también ha mejorado. «Cambió todo. Antes trabajaba con miedo, con temor y angustia. Las personas para las que me empleaban también se preocupaban por si me pasaba algún percance y hasta me saqué un seguro privado para quitarles esa preocupación», dice.
Pero eso ya es parte de la historia de esta colombiana de 57 años que, gracias al arraigo socioformativo, ha logrado abrir las puertas de la Seguridad Social y contar con todas las obligaciones y beneficios inherentes a una trabajadora del Sistema Especial de Empleados del Hogar (SEEH).
«Conocía a una chica que trabajaba de interna para unas señoras y me dijo que se tenía que marchar de Logroño. Me ofreció su puesto y como las señoras me conocían, me ofrecieron trabajar para ellas con todo en regla», recuerda agradecida. Eso fue en el mes de marzo y, desde entonces, se encuentra feliz. «Es un camino muy lento, pero hay que avanzar paso a paso y siempre seguro, haciendo todo bien», indica. Por ese deambular de la irregularidad en los primeros tiempos de su llegada a los derechos laborales recién adquiridos, no han sido pocas las veces que Di Stefani ha tenido ganas de arrojar la toalla.
«En muchas ocasiones he pensado en volver atrás, en abandonar por todas las dificultades», incide. «Por eso a todas las personas que se encuentran en mi situación les digo que lo más importante es la paciencia, caminar paso a paso hacia la meta», añade. Esa meta, la de la inserción en el mercado laboral, ya la ha logrado y por eso todos los esfuerzos han quedado atrás. «Cuesta mucho, pero merece la pena», concluye Delgado.
Lorena llegó a La Rioja desde Colombia tras pedir una protección internacional que aún no se ha resuelto. Eso fue hace dos años, aunque desde septiembre ya cotiza legalmente para la Seguridad Social. «Soy una bendecida. He tenido mucha suerte porque muchas personas llevan años intentándolo», explica.
Aunque tuvo que trabajar ilegalmente, su objetivo era siempre el mismo: regularizarse, aunque reconoce que «también en la sombra me sentí útil, haciendo trabajos de limpieza o cuidando por horas». «Quería aportar a España y estoy feliz y tranquila pagando mis impuestos», resalta. «Mi intención no ha sido nunca vivir de las ayudas o de la caridad», remacha.
Tras formarse gracias a Rioja Acoge y hacer prácticas en una residencia de mayores, se ha quedado en el sector, donde asegura sentirse «muy feliz». Tiene su nómina, cotiza y eso le permite soñar con nuevas metas:«Por ejemplo, ubicarme en un piso más cómodo y disfrutar de pequeñas cosas o de vacaciones para conocer La Rioja».
Lorena siente lástima por los que continúan en el trance que ella misma vivió. «¿Por qué no se puede permitir a una persona que llega que trabaje, un período de prueba, con un permiso por un tiempo?», se pregunta. «Así, desde que llegas puedes ser útil y productivo, no solo para ti, sino para la sociedad», dice.
Como miles de venezolanos, Leyda Castellanos llegó a España en 2024 huyendo de una situación cada vez más complicada. Tras solicitar protección internacional (aún sin resolver), en apenas unas semanas ya contaba con un NIE y, con ello, un permiso de trabajo que sería válido seis meses después. Ella aprovechó ese tiempo «para realizar formaciones en Rioja Acoge y para hacer todos los trámites». Aprobó un curso de cuidados sociosanitarios y comenzó sus prácticas en una residencia de La Rioja. «Después me llamaron y empecé a trabajar», recuerda.
De ese alta en la Seguridad Social han pasado ya más de ocho meses y esta venezolana reconoce que encontrarse en una situación regular aporta mucha tranquilidad. «He tenido suerte porque me ha costado poco tiempo, puedo decir que me ha ido bien», analiza. Porque la situación previa, «cuando faltan respuestas y todo está en trámite, provoca mucho estrés».
«Sienta muy bien poder devolver parte de lo que has recibido en este país: buen trato en la Administración, protección, educación... Estar dada de alta en la Seguridad Social y cotizar es muy positivo y estoy muy agradecida a todos aquellos que me han ayudado en los trámites», concluye Leyda.
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