
Secciones
Servicios
Destacamos
Hace cinco días, me sorprendió leer un tuit del periodista y escritor Pedro Vallín. A propósito de otra cosa –la protección del lobo–, dejaba un ... recadito mordaz sobre La Rioja: «Una de las bromitas que nos dejó la Modélica Transición fue convertir un viñedo mesetario en autonomía». La frase me chocó. Me pareció extraña en alguien de izquierdas, como sacada de una novela de Fernando Vizcaíno Casas, y supuse que Vallín haría buenas migas con el diputado José María Sánchez (Vox), que un día subió a la tribuna del Congreso para decir más o menos lo mismo.
Cada cual es muy libre de pensar lo que quiera, faltaría más, y no seré yo quien se indigne por una frasecilla escrita al vuelo, aunque sí cabe formularle a Vallín una modesta objeción. Las fronteras políticas son volubles y resbaladizas, pero la geografía física impone sus límites con una tozudez geológica y ni siquiera la ideología puede saltárselos alegremente. Por poquita cosa que sea La Rioja, nunca ha sido una meseta y será difícil que alguna vez lo sea, al menos durante las próximas glaciaciones. Esto ya lo supo ver Dionisio Ridruejo, que en 1973 dedicó el tercer tomo de su recorrido por Castilla la Vieja a Logroño, «una provincia-región, chica y bien definida». Por más que intentemos encerrarlos en cajitas administrativas diferentes, los agricultores de Labastida o Lapuebla tienen más que ver con sus vecinos de Haro o Fuenmayor que con los harrijasotzailes del Goierri.
Los enemigos del nacionalismo sabemos que sentirse orgulloso del propio pueblo es, en el fondo, una estupidez, aunque a veces caemos en una cierta confusión cuando nos descubrimos celebrando los Roland Garros de Nadal o los goles que marca España. Al final se le coge cariño a la tierra. Tal vez el error sea pasar de este entusiasmo más o menos deportivo al esencialismo político, que conduce inexorablemente a la xenofobia: no hay ninguna razón por la que una nación –concepto subjetivo– deba convertirse en un estado o incluso en una comunidad autónoma –conceptos objetivos–.
Oyendo a Puigdemont o a Junqueras, se diría que Cataluña se formó segundos después del big-bang y ha llegado hasta nosotros milagrosamente incorrupta, indiscutible y homogénea como un colacao sin grumitos. Pero es una visión falsa: todo lo humano es mezcla y confusión, vaivén, historia, guerra, laberinto. No hay una sola Cataluña como no hay una sola España ni un solo País Vasco. Ni siquiera el idioma sirve en realidad para distinguirnos: todos hablamos un latín cochambroso y a saber de dónde viene el euskera.
¿Y La Rioja?¿Somos algo? Hoy en Santa Coloma y mañana en San Millán oiremos hablar mucho de la «identidad riojana», un concepto borroso sobre el que bailan algunas palabras (¡la lengua! ¡el vino! ¡los dinosaurios!) que, gracias al cielo, tampoco sirven para trazar fronteras. A mí me gusta tanto ser riojano como me hubiera gustado ser albaceteño si mis padres se hubieran mudado a La Mancha y ahora les estaría hablando muy empinadamente del Quijote, de los quesos, de los cuchillos.
Sin embargo, me siento cómodo siendo de una tierra que no exige exclusividad ni pedigrí y que se toma un poco a pitorreo esas monsergas nacionalistas que tantos y tan graves aspavientos provocan en otros lugares. Espero que siga siendo así. Mi patria son las patatas con chorizo de mi abuela y unas chuletillas al sarmiento. Soy un tipo un poco desaunecido que en verano lleva pantaloneta y al que se le regalan los helados, pero de ahí no paso a mayores.
No sé si la creación de la comunidad autónoma de La Rioja fue una bromita de la transición. Fue, más bien, un milagro. Nadie sabía dónde colocarnos, no encajábamos del todo con ninguna otra, y ese no es un mérito menor. Aunque a Logroño no lleguen muchos trenes, no me quiero ni imaginar qué ruindades sufriríamos si hubiéramos seguido siendo la provincia rarita (¡no mesetaria!) de Castilla y León.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.