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En el patio exterior del monasterio de Yuso, con tres toldos gigantescos tendidos entre muro y muro, las autoridades y los premiados celebraron este lunes, ... con la solemnidad habitual, el Día de La Rioja. La ceremonia comenzó con la entrega de los máximos reconocimientos institucionales de la comunidad autónoma: al escritor Bernardo Sánchez (Galardón de las Artes y de la Cultura), al Teléfono de la Esperanza (Medalla de La Rioja) y a la doctora Trinidad Herrero (Riojana Ilustre).
Fue un acto casi desnudo, despojado de contenidos folclóricos, una sucesión de discursos –algunos emocionados, otros más contenidos– aligerada por la emisión, en una pantalla gigante, de sendos vídeos en los que se presentaban las cualidades de los tres premiados. En su intervención final, el presidente del Gobierno, Gonzalo Capellán, glosó las virtudes de los galardonados y se embarcó en una reflexión sobre la identidad riojana.
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Hubo guiños a la lengua y al vino, pero también una reivindicación muy concreta, que sonó con la fuerza de un grito desesperado: «Hoy, desde San Millán, quiero alzar la voz, en nombre de toda La Rioja, para reclamar lo que es de justicia: una conectividad con el resto de España a la altura de lo que está comunidad aporta y merece». «Unas conexiones –abundó– que permitan que nuestros jóvenes, nuestros empresarios, nuestros visitantes, nuestros mayores, puedan viajar en igualdad de condiciones con el resto de los españoles. Para que esta tierra pueda desplegar todo su enorme potencial».
Ese fue el aguijón reivindicativo del discurso del presidente, que trató de definir las carecterísticas que moldean el carácter de los riojanos: «Somos hijos del Ebro y herederos del español. Somos tierra de vino y de cultura, de industria, de esfuerzo y de hospitalidad, de piedra y de palabra». Capellán pidió huir de la resignación para reclamar una solución a «las carencias que nos lastran»: «Queremos más para La Rioja –exigió–. Más reconocimiento, más visibilidad, más oportunidades, más conexión para juntos alcanzar mayores cotas de bienestar y progreso». Para conseguirlo, el presidente apeló a la «inconformidad tranquila» que define a los riojanos y a la «voluntad de avanzar juntos, superando cualquier dificultad».
Entre los graves muros herrerianos de San Millán de la Cogolla, en un día de temperatura agradable, con un sol ya poderoso pero tamizado por los toldos, el jefe del Ejecutivo riojano defendió la importancia de las convicciones para no caer en «la inseguridad, la falta de certidumbre, el titubeo, la inconstancia y la inestabilidad». Aunque no llegó a pedir expresamente el retorno temporal de las Glosas, sí recordó en varias ocasiones la relevancia cultural del monasterio emilianense y mencionó la importancia que el estatuto de la comunidad autónoma concede a la lengua castellana, «por ser originaria de La Rioja y parte esencial de su cultura».
Más allá de sus reflexiones sobre la identidad riojana y su reclamación de mejores conexiones, Capellán dedicó buena parte de su discurso a valorar las virtudes de los galardonados. En primer lugar, del Teléfono de la Esperanza, «una institución que lleva décadas siendo un faro para quienes atraviesan tormentas invisibles». Ante la mirada de su anterior presidenta, Magdalena Pérez, y de la actual, Cristina Díez, el jefe del Ejecutivo destacó «el valor de la escucha» y el carácter pionero del Teléfono, «en tiempos donde la salud mental reclama con fuerza el lugar que merece en el debate público y en las políticas de bienestar social y emocional».
Al repasar la trayectora de la Riojana Ilustre, la médica y catedrática calagurritana Trinidad Herrero Ezquerro, Capellán subrayó cómo «las grandes amenazas globales sufridas nos abrieron los ojos evidenciando el valor capital de la investigación y de la ciencia al servicio de la sociedad». El presidente de La Rioja lamentó lo rápido que hemos olvidado aquel embate y cómo la ciencia ha ido paralelamente siendo relegada en su «trascendencia social» e hizo votos por recuprar su presencia: «El progreso, el bienestar y el futuro de nuestra sociedad reposa en gran medida sobre ese inestimable pilar que es la ciencia».
Finalmente, Capellán se refirió a la obra del dramaturgo, guionista y profesor Bernardo Sánchez, ganador del Galardón de las Artes y la Cultura de La Rioja. «Gracias a su labor –señaló–, a su implicación, a su guía, a su talento y a su refinado ingenio, Bernardo nos ha demostrado a todos que la cultura también es una forma esencial de ciudadanía».
Capellán cerró su discurso con un llamamiento a «cuidar, defender y potenciar»La Rioja y a hacerlo unidos: «Solo juntos –concluyó– somos capaces de transformar el amor a nuestra tierra en un proyecto de convivencia, de prosperidad y de dignidad compartida». El presidente cerró su discurso, que se prolongó por veinte minutos, con un triple viva: a San Millán de la Cogolla, a La Rioja y a España.
La orquesta de cámara de Rioja Filarmonía firmó el epílogo musical con la interpretación de los himnos de La Rioja y de España, que los asistentes escucharon puestos en pie.
La celebración del Día de La Rioja se ha ido depurando con los años. A la exuberancia folclórica de los primeros tiempos, cuandos los grupos de danzas iban añadiendo morosamente piezas a un puzle que representaba la comunidad autónoma, le ha seguido una desnudez extrema y una frugal economía de medios. Hubo un tiempo en el que los presentadores invertían minutos y minutos en glosar las virtudes de los galardonados, de quienes recitaban vida y milagros como si estuvieran leyendo los libros del Pentateuco (y con parecido efecto sobre el público asistente). Ahora ya no hay presentadores físicos, que eran ingobernables y a veces aterradores, sino prudentes vídeos de irreprochable factura que en tres o cuatro minutos sitúan al premiado en su contexto. La austera ceremonia, conducida por la periodista de TVE Isabel Benito, tuvo el contrapunto musical de la orquesta de cámara de Rioja Filarmonía, que ofreció, además de los himnos, una pieza de El Sombrero de Tres Picos, la obra que Manuel Falla compuso con la colaboración de la escritora riojana (y nacida en San Millán) María de la O Lejárraga. La ceremonia duró noventa minutos. Al acabar, autoridades, premiados e invitados se dirigieron a la explanada exterior del monasterio, en donde se sirvió un ágape. El actor Juan Echanove, amigo y colaborador de Bernardo Sánchez, no solo asistió al acto, sino que acudió a Yuso dos horas antes para recorrer sin prisas el monasterio.
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