Jesús Pascual | Vecino de Zenzano, aldea de Lagunilla del Jubera
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Jesús Pascual | Vecino de Zenzano, aldea de Lagunilla del Jubera
«Siempre hemos vivido con un candil»Zenzano se convirtió en el 2020 en un nuevo y atractivo puerto ciclista después de que, por fin, se asfaltara su pista forestal de acceso ... . El tránsito de camiones por la extracción de madera ha deshecho la carretera y vuelto a convertir la aldea en inaccesible. Cuenta con once censados, un exsenador incluido, pero apenas solo Jesús Pascual, conductor de autobús jubilado, vive de continuo. En su casa atesora como recuerdos quinqués y otros objetos, ya más propios de un museo etnográfico, porque se abastece gracias a placas fotovoltaicas, aunque vivió sin esa comodidad.
En los 60 el Plan Tierras Altas de Logroño y Soria planteó la recuperación de los recursos forestales castigados por la erosión y los incendios para plantar pinos y expropió términos municipales como los de Santa María y Villanueva de San Prudencio, ya deshabitados, y Zenzano, lo que empujó a muchos vecinos a marcharse. Desde entonces parece que se ha parado el tiempo. Benedicto Ramiro Pascual, hermano de Jesús, regresó para dedicarse a la ganadería. Siguió sus pasos el propio Jesús con un rebaño de cabras. «Siempre hemos vivido con un candil de petróleo y lo más moderno era un camping gas, que da una luz potente. Había que aprovechar a comer mientras había luz y, después, a la cuquera», recuerda.
Jesús vivió de niño con una tía en Torremuña para poder acudir al colegio y caminaba una hora para ver 'Bonanza' en la tele del cura de Hornillos. Eran otros tiempos. Ahora Jesús se considera autosuficiente. Asegura que podría subsistir semanas gracias a sus baterías, su generador y sus víveres. «Yo me he buscado la vida pero qué duda cabe que lo ideal sería que hubiera luz. Parece que estamos hablando del siglo pasado pero estamos en el XXI», declara. «Hay gente que piensa que con la electricidad se pierde parte del encanto, que con ella viene la sociedad y la suciedad», explica Jesús.
Ha habido varios intentos de que la aldea tuviera suministro, el primero hace veinte años, después con las comunidades energéticas, todo infructuoso. «El problema es que el tren solo pasa una vez en la vida. El problema es que nadie vive aquí. Y yo ya tengo de todo», reconoce Jesús. En cambio, se ríe con el apagón: «La gente estaba acojonada cuando yo me he criado aquí con un candil. No estamos preparados, a los niños no se les educa en los pueblos». Y no es el único problema, a menudo en verano necesitan agua de un camión cisterna.
La verdad es que, si no fuera por los paneles solares y el molino de viento que ejerce de estandarte, no se pensaría que Zenzano no tiene electricidad. Al pasear por las calles del pueblo, que parecen el decorado de una película por donde de pronto aparece un chucho ladrador como si fuera el alguacil, en una casa suena a todo trapo 'Esa no soy yo' de Mari Trini. «Donde realmente estoy a gusto es aquí, que tengo raíces. Tengo buen recuerdo de mi niñez», afirma Jesús.
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