Carlos Jiménez posa a las puertas del museo dedicado al desarrollo técnico del séptimo arte.J. Martín
El cine de pueblo que visitaron Sara Montiel y Clint Eastwood
500 proyectores, 22.000 carteles, un Oscar gigante llegado de Hollywood... ·
Villarejo de Salvanés, una pequeña localidad madrileña, acoge una de las colecciones sobre el séptimo arte más ricas y extensas de Europa
Joseba Martín
Sábado, 7 de junio 2025, 22:23
De lunes a viernes valía la pena vivir un calvario si el sábado daban una buena 'peli' en el cine Macario». Eso dice la canción ... que el gaditano Javier Ruibal dedicó al salón más popular de El Puerto de Santa María. Es uno de los escasos homenajes musicales al cine de pueblo, tan presente en la generación de posguerra. Para una auténtica inmersión en este fenómeno no queda otra que desplazarse a 45 kilómetros de Madrid, en plena A3, si uno se dirige a Valencia, Alicante o Murcia, para detenerse en Villarejo de Salvanés, una localidad de casi 8.000 habitantes. En la web municipal se destacan ocho puntos de interés turístico: una torre de homenaje única, palacios, casonas, un convento, dos fuentes-lavadero… y un museo de cine. O mejor dicho el Museo del Cine, el más completo de España y uno de los más extensos de Europa.
El humilde aspecto de su fachada poco tiene que ver con los espectaculares edificios de la Cinemateca Francesa, el Museo Nazionale del Cinema de Turín o los de Nueva York, Los Angeles, Ámsterdam o Berlín. Y es que este Museo del Cine Carlos Jiménez es algo mucho más personal, es la historia de toda una vida dedicada al séptimo arte en el lugar donde su impulsor ha pasado más de 60 años. El hombre tiene mucho de Totó, el travieso niño de 'Cinema Paradiso': «Comencé de proyeccionista a los 8 años con 'Pachín Almirante'. Hoy Ángel Gómez Mateo (entonces Angelito, el protagonista) es un gran amigo mío. Mi padre me llevaba de un cine a otro para ejercer de operador simultáneamente en varias salas». La película aún se encuentra en YouTube.
El padre de Jiménez fue uno de aquellos emprendedores que soñó que podía abrir un cine en su pueblo. Compró el terreno y levantó el edificio. Y así nació el Cine París, a las diez de la noche del miércoles 31 de agosto de 1966, con 'Cuatro tíos de Texas', un western en forma de comedia para lucimiento de Frank Sinatra, Dean Martin, Ursula Andress y Anita Eckberg; acudieron mil personas, muchas de ellas con sillas de casa.
Una pantalla de yeso y cal
No fueron unos comienzos fáciles. «La sala era de nueva construcción, sin techo, así que hubo que abrirla como cine de verano porque no había dinero para más. La pantalla era la pared frontal de yeso y estaba pintada de cal. La mejor y más natural que ha habido», rememora Carlos Jiménez, cuyo padre llegó a gestionar 22 cines de pueblo, unos en propiedad y otros a renta. Al principio también fue sala de baile: una entrada, dos diversiones. Son algunas de las anécdotas que el madrileño cuenta en los cinco libros que ya ha publicado, aunque tiene material para cuatro más.
El Oscar que preside la sala más grande del local procede del Kodak Theatre de Hollywood.
J. M.
El Museo Profesional y Técnico del Cine se inauguró el 10 de enero de 2012, cuatro años después de que el París cerrara sus puertas para siempre con 'Mar adentro' ante quince espectadores. Su responsable desconocía entonces cuál sería el siguiente paso. «No tenía ni idea, pero sí que seguiría vinculado al cine; y ¡lo conseguí!». Y es que, tras acumular desde niño material de todo tipo (proyectores, aparatos, cabinas, afiches…), se pasó al terreno del coleccionismo. «Participo en subastas internacionales. España es un país atrasado, al menos desde Fernando VII. Últimamente estoy consiguiendo objetos muy significativos en EE UU, aunque Francia es la cuna de los orígenes del cine. No sé si sentirme orgulloso. Hago lo que me gusta y me sacrifico por conseguirlo. Dicen que hay que ocuparse de 'vivir bien'. Yo vivo bien trabajando», afirma.
Jiménez ha buscado acuerdos con diferentes instituciones, pero ha tenido que desechar las propuestas por ser demasiado intervencionistas o por su limitado carácter económico. «Con este museo pierdo dinero. ¡Menos mal que tengo otros negocios!», señala el propietario y único empleado del recinto, que enciende y apaga las luces, encarga restauraciones, busca piezas, negocia exposiciones y préstamos y hace de guía con un apasionado discurso y unos conocimientos enciclopédicos llenos de anécdotas y afirmaciones tan curiosas como rotundas. «¿Ves esta estatua gigante del Oscar?». Es la que preside la sala C, el mayor recinto del local de 1.000 metros cuadrados. «La compré en 2004 en una subasta y viene del Kodak Theatre de Hollywood. Tardó seis meses en llegar en el contenedor de un barco», cuenta.
Carlos Jiménez gestiona «sin ayudas» el local al que está vinculado desde hace más de 60 años
Quien piense que aquí se repasa la carrera de actrices, actores y directores se llevará un chasco, porque lo que prima es la historia del desarrollo técnico del séptimo arte: desde la impresionante colección de los inventos previos que creaban la ilusión de movimiento, pasando por los aparatos originales de los hermanos Lumière y el primer modelo sonoro -un Vitaphone gramofónico de 1927-, hasta los espectaculares proyectores de 70 mm rescatados de legendarios cines del centro de Madrid. Y sólo se ve una parte de la colección. Los numeros son mareantes: 500 proyectores, 22.000 carteles de películas ordenados por temas, casi 150 cabinas de salas de toda España -como el Alcalá Palace, el Fantasio, el Consulado o el Rialto madrileños-, trajes de acomodadores, fotogramas...
Alfredo Landa y Morricone
El libro de honor del museo es un 'who is who' del cine español; allí han dejado su rúbrica Saturnino García, Paul Naschy, Sara Montiel, Eusebio Poncela, Loles León, José Sazatornil, Carmen Sevilla, Silvia Tortosa, Eduardo Noriega, Florinda Chico, Manuel Alexandre, José Sacristán y Alfredo Landa, su actor español favorito, entre otros. Su lista personal se completa con Clint Eastwood, Julia Roberts y Aurora Bautista. Y puestos a elegir música se apunta a casi todas las bandas sonoras de Ennio Morricone, incluida la de 'Cinema Paradiso', su largometraje de cabecera. «De hecho tengo muchos decorados originales de la película», presume.
Carteles con los que se anunciaban las películas antes de la llegada del tráiler.
J. M.
El emprendedor madrileño ama su museo, pero se siente solo. «No tengo ayudas. Mantengo el museo con su explotación y con el alquiler de maquinaria para películas, recreando las épocas más diversas», explica. Y es que muchas de sus piezas aparecen en cortometrajes, documentales, videoclips, exposiciones ajenas, ferias, encuentros de cine, series como 'Amar en tiempos revueltos', 'Cuéntame' o 'El Ministerio del Tiempo', y en películas como 'Mientras dure la guerra', de Alejandro Amenábar, o 'Cerrar los ojos', de Víctor Erice.
Anexo al museo hay un recinto al aire libre preparado como cine de verano. «¿Ves todo esto? Es un cine de verano perfecto, pero el Ayuntamiento no quiere saber nada. Una pena», se lamenta. La visita, solo para algunos afortunados, continúa a escasos metros de la propia casa de Jiménez, donde la entrada del garaje conduce a un hermoso patio y a la puerta de la llamada 'Sala de invitados'. En su interior una larga mesa está flanqueada por una exhaustiva biblioteca con publicaciones sobre el séptimo arte. «Aquí los investigadores tienen una cantidad ingente de material, por si les interesa», comenta Carlos. Y tras una pequeña puerta, al fondo a la derecha, se encuentra su sancta sanctorum: una sala de cine, también rescatada, con una veintena de butacas y una batería. «De joven tocaba en un grupo, The Geminis. Nunca llegamos a grabar», recuerda.
Decía Luis Eduardo Aute en una de sus canciones más conocidas 'cine, cine, cine, más cine, por favor, que toda la vida es cine y los sueños cine son'. Para Carlos Jiménez cine, vida y sueños son una misma cosa.
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