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Un cartel a modo de bienvenida, con un 100 a gran tamaño que anunciaba que la Denominación de Origen Calificada Rioja ha llegado a su centenario. Esa fue una de las primeras cosas que vieron Candela y Clara, su hermana pequeña de 11 años, al llegar al aparcamiento situado junto a Bodegas CVNE, el lugar elegido para que tanto los vecinos de Haro como los visitantes del enclave riojalteño presenciaran este jueves la visita del rey Felipe VI a la localidad y, más en concreto, a su reconocido Barrio de la Estación.
Faltaba todavía más de una hora para que el monarca llegara a Haro. Candela mataba el tiempo comiendo de una bolsa de aperitivos y su hermana acudía a una fuente cercana para refrescarse. Hacía calor, y más junto a la valla que servía para delimitar la presencia de ciudadanos en el lugar, pero ninguna de ellas quería perder su sitio en primera fila. «Queremos ver al Rey de cerca, sobre todo por mi hermana; a ver si podemos darle la mano». afirmaba Candela poco antes de que los miembros de Protección Civil, atentos a cualquier incidencia, le dieran a su hermana un botellín de agua. Era tan pronto que junto a ellas, detrás de la valla, solo había tres personas más, que observaban cómo los responsables de protocolo ponían todo a punto para que la visita se desarrollara sin problemas.
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Desde el interior de CVNE, mientras, se asomaban las cabezas de Luis Ángel y Begoña. Son de San Asensio, pero viven en Haro y habían cogido una posición óptima para ver con perspectiva a Felipe VI. Como aún quedaba tiempo para ese momento, aprovecharon para beber un vino y comer un poco de chorizo y queso. Así la espera se hacía más amena.
Desde esa especie de 'palco VIP' veían a todo el mundo pasar y comprobaron cómo poco a poco al aparcamiento llegaba más gente. Unos se topaban con la celebración sin saberlo, como un grupo de vecinos de Haro que habían salido a andar y se enteraron entonces de que Felipe VI iba a estar presente. Otros, como Vega y Ana, buscaban la sombra porque al sol resultaba complicado aguantar mucho tiempo. Menos miedo a una insolación, en cambio, tenía Isabel, que también se hizo con un sitio en primera fila sin dificultad alguna. «Hace tiempo que no viene el Rey y quiero verle», afirmó. «Le voy a decir lo guapo que es y le voy a dar la mano; es muy bueno», apostilló.
Al espacio fue acercándose más gente conforme la hora de la visita del jefe del Estado se aproximaba, aunque en ningún momento hubo apreturas. José Ángel Cámara llegó con banderas de España y de La Rioja y agradeció el «apoyo» que Felipe VI da a todo el sector del vino. «También a las empresas pequeñas que colaboran en todo el proceso: el campo, el vidrio, las etiquetas...», enumeró poco antes de que llegara la una de la tarde, el momento en el que estaba prevista la presencia del protagonista de la mañana.
Los más de 200 vecinos que se habían acercado a ese lugar no vieron los primeros momentos de Felipe VI por el Barrio de la Estación. Esos los dio el monarca en el lugar en el que coinciden las bodegas La Rioja Alta, Gómez Cruzado y López de Heredia. El Rey saludó allí primero a las autoridades y después a los trabajadores de esas empresas. Junto a ellos también había algún turista. Unos llegados desde Suiza, otros desde Holanda. Estos últimos se marcharon a casa con un recuerdo muy especial: un 'selfie' con Felipe VI. El monarca no se negó a nada.
Tras esa parada llegaron otras más, con saludos a numerosos trabajadores del Barrio de la Estación. Un recorrido que le llevó finalmente hasta el punto de partida de este reportaje. A ese en el que Candela y Clara llevaban esperando mucho tiempo. Allí, el monarca asistió primero al acto más institucional y después no dudó en acercarse a la gente que anhelaba saludarle. Con calma, fue saludando a los que se lo pidieron y también se mostró cariñoso con los más pequeños. «Noa le ha dado la mano al Rey», afirmaba emocionada una de las presentes, que sujetaba a una pequeña en brazos.
Felipe VI también accedió a otro tipo de peticiones. Entre muestras de cariño, no rehusó coger un rotulador para firmar un abanico ni tampoco la bandera de La Rioja que, con orgullo, portaban Luz y José Luis. «La guardaremos en casa, en un lugar especial», recalcaban con una sonrisa mientras mostraban a todo aquel que se lo pedía el preciado autógrafo. El Rey se fue así de Haro con innumerables muestras de afecto y los jarreros se llevaron de él sus apretones de mano, algún que otro selfi y autógrafos para guardar. Recuerdos de la realeza.
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