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Fortaleza y valor. Luis Miguel López, junto al mural de la UAR en la Comandancia de la Guardia Civil. JUSTO RODRÍGUEZ
Un hombre GAR

«Si me llevo algo de esto es que hay que vivir el día a día»

El instructor Luis Miguel López relata el día que cambió su vida después de que la hélice de una lancha le amputara una pierna. El domingo recibió la Cruz de Plata de la Guardia Civil

Viernes, 13 de octubre 2023, 07:29

Luis Miguel López Pérez (París, 1972), Luismi, abomina del protagonismo por más que la suya sea una historia que merece ser contada, por más que él intente deshacerse de esa etiqueta de 'persona ejemplar' que le han enhebrado.

Su carrera profesional comenzó en 1996, con el desembarco en la Infantería de Marina. Tras ingresar en la Guardia Civil, se incorporó al Grupo de Acción Rápida (GAR) y con posterioridad al Centro de Adiestramientos Especiales (CAE), con sede en Logroño, hasta sumar más de dos décadas de servicio. En su trayectoria figuran misiones en Haití, Albania, Bosnia, Irak, Kenia y Grecia. También, condecoraciones, como la Medalla al Mérito por su labor en la lucha antiterrorista o la Cruz de Plata que le impuso el domingo el ministro del Interior, junto con la concesión al Premio a la Familia.

El 28 de noviembre de 2022, en Santander, durante la preparación de un ejercicio acuático como instructor del CAE, la hélice de una lancha le amputó una pierna, pero no melló ni un rasgo de su identidad. 'Con tu sangre noble y fiera has bordado tu blasón', reza el himno de la Guardia Civil. Siempre con el eje alineado, leal, carismático, líder nato, locuaz, disfrutón, incondicional compañero y amigo, Luismi sonríe a la vida.

Ni una queja. Ni un lamento de lo que le sucedió. Sus noráis, los postes a los que Luismi asegura las amarras de su barco (su mujer y sus hijos) han sido y son tan sólidos como él. Asideros y pértigas, también, el resto de familiares, los amigos, los compañeros, los jefes.

El ¿destino? a veces es caprichoso. Cruel. Y eligió aquel 28 de noviembre el escenario idílico de Luismi, una playa, para proponerle un cara a cara con la muerte. Su pasión, el mar, le jugó una terrible pasada. Pero Luismi no encalló.

'Lo dificil lo hará y lo imposible tardará un poco más', consigna el lema del GAR. El 28 de noviembre de 2022, Luismi fusionó lo difícil y lo imposible.

Aquel día, la muerte le miró de frente. Otras veces, en las duras misiones internacionales, ya había tratado de cerca, muy de cerca, con ella. Pero esta vez era diferente. Esta vez la muerte le citó.

Luis Miguel López, en un momento de la entrevista. Justo Rodríguez

Si capotes echa San Fermín, el 28 de noviembre de 2022 fue la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil, quien no un capote, sino su propio manto echó a Luismi. Con él le arrulló en esas horas críticas, en ese tiempo que se fundía a negro mientras el instructor se debatía entre la vida y la muerte. Aquella fatídica jornada también el karma se aplicó a fondo. Once meses después, Luismi relata el día que cambió su vida.

Bahía de Santander. Mar Cantábrico. Mañana fría. 12.40 horas. A bordo de una zódiac, el instructor del CAE de la Guardia Civil Luis Miguel López; el sargento del CAE Alejandro M. Capelli; el sargento primero Jaime Beltrán y el guardia civil Carmelo Calonge (del GEAS de La Rioja). Los tres habían sido alumnos de Luismi. Él conducía la embarcación. «Parecía que todo había salido bien, veníamos de vuelta. De repente sentí un gran golpe. Salimos disparados». La zodiac se había empotrado con un banco de arena. «Comencé a dar vueltas, muchas vueltas dentro del mar. Lo siguiente que noté fue un golpe muy fuerte en la espalda. Me quedé debajo del agua y pensé 'menuda torta que nos hemos dado'. Pero no tenía ni sensación de dolor ni nada de nada», revive.

«Cuando quise salir a la superficie noté que algo me enganchaba el pie izquierdo. Empecé a tirar y vi que no podía. Intenté levantar la lancha para soltar el pie, pero tampoco lo conseguía. Como pude, levanté los brazos, me enganché a un borde de la barca y tiré fuerte. Ahí sí tuve la sensación de que algo se soltó, pero sin más».

Y continúa: «Cuando salí a la superficie lo primero que vi fue al sargento primero Jaime, que me preguntó 'Luismi, ¿cómo estás?». «En ese momento», recuerda, «le iba a decir 'bien, yo estoy bien', pero vi un gran charco de sangre que me cubría. En décimas de segundo intuí que algo había pasado con la pierna, con el desgarro que había sentido, pero pensé que era una tontería. Cuando fui a levantar la pierna... me encontré un amasijo de carne, hueso, tendones... No había pierna. La femoral estaba abierta, seccionada, de rodilla para abajo no tenía nada», relata, con asombrosa serenidad, la brutalidad del momento.

Justo Rodríguez
Imagen secundaria 1 - «Si me llevo algo de esto es que hay que vivir el día a día»
Imagen secundaria 2 - «Si me llevo algo de esto es que hay que vivir el día a día»

«Enseguida dije '¡Jaime, Jaime, la pierna'! Vino, me agarró la pierna e intentó mantenerme a flote. Puso la mano para detener la hemorragia, pidió ayuda y apareció el sargento Capelli». Mientras, otro de los compañeros, Carmelo, estaba ya pidiendo ayuda. La fortuna hizo que cerca de ellos hubiera una embarcación. Quien la conducía había presenciado el suceso y se aproximaba ya en su auxilio.

«Ya en la lancha, me apoyaron encima del balón, en lugar de sobre el suelo: eso fue un acierto», destaca. La parte neumática de la zódiac servía de apoyo y amortiguaba movimientos que conllevarían mayor pérdida de sangre.

Estaban a unos dos kilómetros de la costa. «Desde que se amputó la pierna hasta que llegamos a puerto serían unos 25 minutos. Eso es muchísimo tiempo», valora Luismi. Y habla con conocimiento de causa: «De un tiro en la pierna, en un minuto y 7 segundos estás muerto. Lo normal que tarda en morir una persona con una hemorragia exanguinante sin tratar son tres minutos. Nosotros conseguimos aguantar 25 minutos».

– Algún papel jugaría usted en ese tiempo crítico...

– Si se me puede achacar algo es tener conocimientos, por mi trabajo. Eso te permite tener mecanizado lo que haces. Mentalmente iba repasando los síntomas que iba a ir teniendo. ¿Qué intentaba? Mantener la tranquilidad: cuanto más agitado estuviera, más probabilidades había de entrar en shock.

¿Mente fría? ¿Preparación? Lo cierto es que Luismi jugó un papel crucial. «Mi empeño era mantenerme vivo, agarrarme para que mi compañero tuviera una base estable donde pudiera hacer la presión completa. Y, dentro de lo que cabía, mantener la calma».

Veinticinco minutos después del accidente llegaban, por fin, al puerto. «13.05 horas, torniquete puesto», dice Luismi, como quien da un parte de servicio. Del puerto, traslado en ambulancia al Hospital de Valdecilla. Además de con la pierna amputada, Luismi llegaba con hipotermia severa.

«Desde que tuve el accidente todos los pasos salieron bien»

Pero, lejos del dramatismo, el instructor del CAE pone el acento en la concatenación de hechos que le salvaron la vida: «Desde que tuve el accidente todos los pasos salieron bien. Coincidió que la persona de la otra barca estaba cerca, que en el puerto hubiera compañeros con torniquete, y fue fundamental que en Valdecilla haya un protocolo para amputaciones».

Para los profesionales sanitarios Luismi sólo tiene palabras de agradecimiento. «En quirófano, yo les pregunté si iba a recuperar mi pierna. No me querían contestar. Un traumatólogo me dijo: 'La pierna no la vas a recuperar, estamos luchando para mantenerte vivo'. Dije, 'bueno, pues nada, ustedes hagan su trabajo que yo voy a intentar no morirme. Yo no me voy a rendir, así que si ustedes pueden, saldremos de aquí'. Lo siguiente es que me desperté ya en la UCI. Y estaba muy contento, había salido vivo, que era lo fundamental».

El accidente

«En décimas de segundo intuí que algo había pasado con la pierna, con el desgarro que había sentido, pero pensé que era una tontería»

A los médicos, en quirófano

«Hagan su trabajo, que yo voy a intentar no morirme. No me voy a rendir, así que si ustedes pueden, saldremos de aquí»

No sólo con los profesionales sanitarios, también con la Guardia Civil Luismi se deshace en agradecimientos. «Conmigo se portó de escándalo. Y con mi familia».

Sus palabras para los compañeros que le salvaron... «Qué se puede decir a unas personas que te salvan la vida. Agradecimiento eterno», dice, emocionado.

¿El 28 de noviembre de 2022 no era su día? «Se ve que no, porque tenía todas las papeletas, lo puse difícil, pero se ve que el que decide eso decidió que no era mi día».

Tras varias operaciones, Luismi lleva una prótesis y sigue con su recuperación. ¿Dolores? «No, al margen de los del 'miembro fantasma' he tenido dolores mínimos. Ahora, de vez en cuando me vienen recuerdos. Ayer, por ejemplo, noté como que se me montaba este gemelo (se señala la extremidad donde lleva la prótesis)».

¿Y si hubiera sido él quien se enfrentaba a una situación similar con un compañero, con un alumno, cómo cree que habría actuado? «Lo normal es que cualquier persona se bloquee. ¿A qué te ayuda el adiestramiento? A ser frío, a centrarte en que hemos aprendido que hay ir del paso A al B al C... Bloqueas lo demás, los sentimientos. Creo que hubiera hecho lo mismo que mis compañeros». Porque cuando se le pide a Luismi que se defina él mismo como instructor... «Me considero bastante severo y bastante duro, porque creo que lo que tengo que enseñar tengo que hacerlo bien y para eso tiene que haber una disciplina, constancia y trabajo. Pero también me dicen que soy justo».

– De dónde saca la voluntad, de dónde la fuerza.

– Por un lado, de la educación que me dieron mis padres. Me enseñaron a valorar todo, a ser responsable. También me hicieron hincapié en el deporte. Mi padre me inculcó valores, ser orgulloso, trabajador, disciplinado. Ir de frente. Todo eso, junto con los valores que me dieron aquí, en la unidad, pilares que buscamos en un hombre GAR, que seas generoso, buen compañero, legal... me forjaron y me han hecho ser como soy.

Una de las máximas de Luismi es que de todo se aprende. ¿Qué aprendió aquel 28 de noviembre? «Ufff, he aprendido mucho. Siempre he sido una persona vital. Pero ahora si me llevo algo de esto es precisamente que hay que vivir el día a día. Y no racanear con el cariño. Hay que dar todos los besos, decir todos los 'te quiero', hacer el mayor bien posible, que nuestro paso en este mundo es efímero...».

«Ahora creo que puedo decirlo con más... con más... fe creo que sería la palabra»

Sobre su pasado, Luismi siempre ha pensado que era «un tío afortunado».

Sobre su presente... «Ahora creo que puedo decirlo con más... con más... fe creo que sería la palabra».

Sobre su futuro, no se ve «en otro lugar que no sea éste». Con todos sus proyectos profesionales y personales. Incluso, planteándose acudir a los Juegos Paralímpicos. Y Luismi mira a ese futuro «con hambre»: «Con mucha hambre, con muchas ansias de volver a ser el que era antes, salvando las diferencias».

– ¿Cree que lo ha conseguido, que sigue siendo el mismo?

– Es una lucha diaria. Personalmente, creo que sí. No he tenido una sensación de tristeza, un momento de decaimiento, de pensar 'qué desgraciado soy'. Estoy totalmente convencido de que soy un hombre muy afortunado.

El 28 de noviembre se cumplirá un año del accidente. «No lo sé, no sé dónde estaré ni qué haré. Los cuatro que estuvimos queremos juntarnos con nuestras familias. Porque hemos hablado mucho de mí, pero poco de ellos. Y hay que decir, tengo que decirlo, que después de cómo me dejaron a mí, que no sabían si iba a vivir o morir, ellos continuaron haciendo su trabajo». Y Luismi se emociona, y contiene la lágrima.

Y atrás, en el camino, ¿qué ha quedado? «¡Una pierna!», dice, y suelta una risotada. «No lo sé, considero que sigo siendo el mismo. Lo que ha hecho es potenciar lo que yo ya tenía, las ganas de vivir».

– ¿Cuánto no cuenta?

– (Silencio). El no permitirme derrumbarme, porque no me lo podía permitir... es duro. Pero, como se suele decir, lo que no te mata te hace más fuerte.

– ¿Ha llorado o los tipos duros no lloran?

– Sí lloran. Por lo menos, yo sí. Siempre he tenido sensibilidad. Porque, como decía, he sido un instructor duro, sí, pero soy empático y sensible. Y sí, sí he llorado. Pero siempre de alegría. No he tenido un lloro amargo, de dolor. Siempre he sido muy de... pues eso, de decir 'estoy vivo y tengo una vida maravillosa'.

Napoleón dijo que si construyes un ejército de cien leones y su líder es un perro, los leones morirán como un perro. Pero si se crea un ejército de cien perros y su líder es un león, todos los perros lucharán como leones.

Luismi, siempre, un león. Siempre, GAR.

El dolor «infinito» por el 'síndrome del miembro fantasma'

En su convalecencia, Luismi sufrió lo que se conoce como 'síndrome del miembro fantasma', un conjunto de sensaciones que se dan en pacientes amputados. Sensaciones, y dolor. Dolor «infinito».

«El miembro fantasma existe», relata. «Es un dolor increíble, se da por la noche. De repente, aparece un dolor intenso que no tiene fin, que va arriba como un cohete. Normalmente, un dolor tiene picos, baja, sube.. Esto no, esto sigue, sigue, sigue y cuando tú crees que ha llegado al máximo del dolor que eres capaz de aguantar... sigue, sigue, sigue...». «Es muy duro, muy duro. Yo veía que llegaba la tarde y... Es un dolor indescriptible. Infinito, es infinito».

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